En estas circunstancias, y con 37 años ya, es más práctico ir adoptando hijos ajenos. No puedo evitar sentir el instinto maternal. Y la manera que tengo de canalizarlo es protegiendo y dando mi amor de madre a niños que ya han sido criados por sus padres biológicos.
Soy protectora con todo el mundo en general. Pero hay uno en concreto que me tiene robado el corazón. Gabriel.
Llegó a mi trabajo con 18 añitos. Ahora tiene 19. Pero este niño, porque para mí es un niño, tiene algo especial. Algo que me hace creer en él. Puede llegar a ser cansino por toda la energía que lleva acumulada en su cuerpo y en su mente. Una energía que necesita salir a raudales a cada nanosegundo. Puede llegar a resultar agotador. Pero Gabriel me ha devuelto la fe en la juventud de hoy en día.
Es un niño con buen corazón. Se le nota en la cara cuando sufre porque alguien a quien quiere lo está pasando mal. Ahora que se ha independizado no se avergüenza de confesar que adora a su madre, la biológica no yo, claro está. Y aunque él no se dé cuenta, habla de su padre con admiración y orgullo.
aparte de todo esto, Gabriel tiene grandes ideas. Planes de futuro. Con sólo 19 años es un crack en lo suyo. Tiene una sed de conocimiento y una curiosidad que le llevarán muy lejos. Aparte de una ambición moderada que me hace creer en él. Donde los demás compañeros de trabajo ven a un niño hiperactivo "disperso", su jefe y yo vemos un diamante en bruto.Aparte de una gran persona con grandes sentimientos.
Definitivamente, de todos mis "hijos robados" Gabriel es "the apple of my eyes". Y desde que llegó al trabajo, mi vida es un poquito más colorida.